ORACIONES DEL CRISTIANISMO MÍSTICO

viernes, 6 de mayo de 2011

Confucio y los apegos

Retomemos una de las frases célebres, la de Confucio: El hombre sabio piensa siempre en la virtud; el hombre vulgar piensa en su comodidad.

Cuando hablamos de virtud, nos referimos a la Voluntad Espiritual que se impone sobre la voluntad personal egoísta. El desafío del hombre: escoger entre virtud y comodidad. No podemos servirle a dos amos a la vez. O nos entregamos al régimen de enriquecimiento espiritual, o nos esclavizamos con el régimen de enriquecimiento material y le dedicamos la mayor parte de nuestra vida, desarrollamos enormes apegos con las cosas materiales y empobrecemos nuestra alma, y al llegar la muerte, el Poder Superior nos puede decir: Tienes demasidos apegos, aún no tienes méritos para ascender a un estadio existencial superior.

Les vos a presentar mi segundo poema o prosema, cuya escencia es justamente el tema de los apegos y la liberación del Yo Superior, en aras de poseeer méritos con los cuales enfrentar la realidad que sea posterior a nuestra muerte.

El simulador de vuelo existencial

¿A quién le gustan las ingratas sorpresas?
¿O el estado de shock? ¿El palpitar estrujado?
¿O el aliento torcido y galopante?
¿A quién le gusta abandonar el placer de la cama
en medio del abismo?
¿A quién le gusta su muerte
o la muerte de los suyos?
El ineludible compromiso con ella,
todos tienen ese momento final pendiente
y es la certeza mejor forjada de todas.
Las interrogantes más famosas: cuándo, dónde, cómo,
y hasta …¿por qué?
Pero esa destino tan enorme
no se pondera suficiente
en la elección de prioridades,
porque el mundo visible es apenas
el mundo de la vida intrascendente,
es el mundo de los apegos
con los bienes exteriores: El yo inferior de
tus seres amados y de tus congéneres,
los placeres y deseos no virtuosos,
los problemas y preocupaciones,
los bienes materiales y la vanidad.
El hombre se ha aferrado a ese saco de apegos
a través de musculosas raíces,
como si los bienes exteriores
(que son los que casi siempre lo inspiran)
fuesen eternos
y no existiese una sentencia final previsible,
que debería servir para hacer de cada ser humano
y del planeta Tierra
un lugar lleno de voluntad espiritual.
Cuanto mayor sea la dependencia
con los placeres y la comodidad,
mayor será el dolor de morir.
Cuanto menor sea el compromiso
con las virtudes y el sacrificio,
menor será la tolerancia
a la muerte material.
Pero los hombres y mujeres
tienen acceso a la muerte amigable,
que es la muerte indolora,
porque en ella no hay apegos
que al Yo Superior le impidan gobernar,
y entonces no hay raíces que se desangren
ni nervios que se agrieten.
Por eso es la muerte amigable
y es también la muerte inteligente,
el entierro del yo inferior
y la hora tan esperada
para el Yo Superior,
que llenará el enorme hueco dejado
por la personalidad egoísta
con los principios de la ética universal
y de la fe libre, independiente, soberana,
exigente, inteligente y trascendental.
Con la muerte amigable
se puede lucir el aprendiz de asceta,
el ejercitador del estoicismo,
el luchador de la perfección espiritual.

En un simulador de vuelo,
el piloto de avión
es capacitado con protocolos oficiales
para que pueda salvar a sus pasajeros
de situaciones en el límite de la tragedia.
En el simulador de vuelo existencial,
el capitán de su propia vida
descubrirá el espacio para la oración mística,
la reflexión y la meditación,
dirigidos a la destrucción de los apegos
y a la construcción del Yo Superior (aquel
que no necesita de las cosas exteriores).
En ese íntimo laboratorio espiritual,
todo aspirante a ser líder de su propia vida
podrá ensayar con diferentes escenarios de muerte
de su personalidad egoísta
y convertirla
en una muerte inteligente e indolora.
En esa impostergable experiencia
con el simulador
para la iniciación del Yo Espiritual,
el aprendiz de alquimista
transformará su muerte
en un supremo desafío
escribiendo sus propios protocolos
de superación y de perfeccionamiento
espiritual y experimentando
un encuentro mucho más épico
con su Poder Superior particular,
determinante, efectivo y rector.

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