ORACIONES DEL CRISTIANISMO MÍSTICO

martes, 15 de mayo de 2012

El Espiritualismo Ético y su paradigma de estilo de vida

Una norma fundamental del espiritualismo ético, es que toda aquella persona que está convencida de que los valores éticos universales constituyen la guía suprema para la conducta acertada del ser humano y para el logro del máximo objetivo -la Unión Divina- entonces tal convicción debe reflejarla en hechos concretos que demuestren fehacientemente su coherencia entre lo que piensa y lo que hace. Y dichos hechos concretos se llaman virtudes. De la misma manera, el hombre y la mujer espiritualistas éticos deben llevar un estilo de vida que demuestre esa misma coherencia. Y para que puedan determinar qué tanto están siendo consecuentes entre pensamientos y hechos, requieren de una herramienta que les permita medir  su desempeño, como por ejemplo un paradigma de estilo de vida, y para nuestro caso particular, ese estilo de vida arquetípico es aquel basado  en cuatro expresiones muy significativas de la ética griega: el ascetismo, el estoicismo, la ataraxia y la apatía.

Voy a presentar en forma breve la síntesis de cada una de estas propuestas éticas para tratar de demostrar el valor incalculable que tienen en nuestro estilo de vida arquetípico, aquel que le da sustento al estilo de vida del espiritualismo ético. Empezaré con el ascetismo o ascética:

Ascetismo, Ascética
      Propuesta moral de renuncia a los placeres y apetitos corporales con el fin de purificar o elevar el alma del mundo corporal o sensible al mundo espiritual. Encontramos esta propuesta en la religión órfica, el pitagorismo, Platón y en gran medida en el cristianismo. 
       Aunque en el mundo griego antiguo estos términos se utilizaban para designar los ejercicios físicos preparatorios del gimnasta anterior a una competición deportiva, pronto se les dio una significación moral e incluso religiosa. Platón, siguiendo la propuesta pitagórica y órfica, defiende la ascesis entendida como la liberación del alma de todas las urgencias y pasiones corporales para así elevarse hasta la auténtica realidad o mundo de las Ideas. Desde un punto de vista más limitado a la esfera moral, los estoicos la entendieron como la abstinencia de las reclamaciones corporales, abstinencia necesaria para el autodomino y la felicidad. Con el cristianismo, sin embargo, la ascesis tiene ya una dimensión más claramente trascendente: es la práctica que culmina en la unión mística con Dios, para lo que se recomienda la vida virtuosa, la oración, la meditación y, en muchos casos, la mortificación física.
      El ascetismo considera que el hombre está escindido en dos partes distintas, opuestas, y que mantienen una relación hostil: el cuerpo y el alma. Considera el alma como lo más propio del hombre, dado su origen y destino sobrenatural. El cuerpo, sus pasiones, necesidades y deseos perturban y ensucian el alma, por lo que el alma precisa de una purificación. Generalmente el ascetismo propone una vida de rigor moral que busca controlar dichos deseos y pasiones (renuncia a la práctica sexual, moderación en la comida, dietas y prohibiciones varias en la alimentación, renuncia a la ostentación de la belleza corporal...). La vida en el mundo del espíritu se puede completar también con la práctica religiosa y el desarrollo del conocimiento. Este último punto lo encontramos por ejemplo en Platón, para el cual la práctica de la filosofía es una forma de ascesis, de separación del alma del cuerpo.

Estoicismo
      Escuela filosófica fundada por Zenón de Citio hacia el año 300 a. C. Defienden un panteísmo providencialista (mundo físico animado y divino y encaminado a lo bello y perfecto). Identifican el bien con la virtud y la vida feliz con la vida virtuosa y de eliminación de las pasiones (apatía). Se sienten ciudadanos del mundo (cosmopolitismo).
      Consideraron que el objetivo de la conducta humana es la felicidad, estado que se alcanza con la fidelidad a la naturaleza y a la razón. Su propuesta ética gira alrededor de la virtud: desarrollaron una teoría de la virtud y de los deberes con un cierto carácter intelectualista próxima a Aristóteles. Anticipando el punto de vista kantiano valoraron la virtud por sí misma, y, a diferencia de Kant, creyeron que es suficiente para conseguir la felicidad, pues la virtud es un bien por sí misma y su realización trae consigo la felicidad. En relación con los afectos o pasiones los consideraron como un movimiento irracional del alma y distinguieron en ellas los apetitos o deseos, el placer y los sentimientos. En general proponen eliminar todas las pasiones (apatía) aunque las pasiones elevadas no fueron tan rechazadas. Concibieron al sabio como el filósofo que gracias al ejercicio de su razón consigue la autonomía, libertad de afectos y pasiones y de males externos, y que acepta los avatares de la vida por formar parte de los designios de dios. Defienden el suicidio cuando las circunstancias lo exigen: el interés de la patria, enfermedades incurables. Se sienten hermanos de todos los seres humanos, ciudadanos del mundo.

Ataraxia
      Disposición del ánimo propuesta por los epicúreos, estoicos y escépticos gracias a la cual alcanzamos el equilibrio emocional mediante la disminución de la intensidad de nuestras pasiones y deseos, y a la fortaleza del alma frente a la adversidad. Tranquilidad espiritual, paz interior.
      Esta disposición del espíritu es muy parecida a la apatía propuesta por los estoicos e incluso muchos autores no creen necesario distinguirla. Sin embargo se pueden señalar algunas diferencias. Así, la apatía es más típicamente estoica y la ataraxia se encuentra con más frecuencia en las propuestas de los filósofos epicúreos y escépticos. La ataraxia, como la apatía, es el estado anímico que nos permite alcanzar la felicidad. Se consigue mediante la disciplina del apetito para que éste nos presente sólo deseos moderados, y tras aprender a aceptar los males y a renunciar a los deseos cuando sean imposibles de cumplir. El matiz más importante que separa la ataraxia de la apatía es que la apatía promueve la felicidad como consecuencia de la eliminación de las pasiones y deseos; por el contrario, la ataraxia lo hace mediante la creación de la fortaleza espiritual, fortaleza frente al dolor corporal y las circunstancias adversas. Aunque en el fondo los dos estados anímicos llevan a las mismas consecuencias: indiferencia o imperturbabilidad ante todo. Epicuro compara el estado espiritual de la ataraxia con el total reposo del mar cuando ningún viento mueve su superficie.
      Finalmente, tanto un estado como el otro otorgan al sabio la libertad: libertad frente a las pasiones, afectos y apetitos, libertad ante la coacción de otras personas, libertad ante las cosas y circunstancias que se oponen a nuestros proyectos.

Apatía
       Estado del espíritu propuesto por los estoicos consistente en la indiferencia emocional ante los avatares de nuestra existencia. Ausencia de pasiones.
       Etimológicamente esta palabra designa la ausencia de pasiones (páthos = pasión). Los filósofos estoicos consideraron que la felicidad sólo podía alcanzarse cuando se consigue una disposición de ánimo gracias a la cual el sujeto es indiferente emocionalmente ante los sucesos o acontecimientos que le tocan vivir. Marco Aurelio expresa gráficamente este punto de vista en sus “Meditaciones”: “Has de ser como una roca en la que se estrellan todas la olas. Ella está firme y el oleaje se amansa en su derredor”; “El primero precepto: no te dejes impresionar por nada”. Cuando los distintos avatares de nuestra vida no despiertan en nosotros pasión o emoción alguna, alcanzamos la tranquilidad espiritual y conseguimos la máxima felicidad que nos cabe esperar. Un eco de esta frialdad de carácter e indiferencia ante las circunstancias adversas lo encontramos en frases del tipo “soportar con estoicismo el sufrimiento”, “tomarse las cosas con filosofía”.

Espero que la breve exégesis de las cuatro anteriores propuestas éticas o morales, en realidad le permita comprender al lector la dimensión tan grandiosa y elocuente que tienen en los fundamentos éticos y espirituales de toda persona que pretenda desarrollar con éxito un camino de desenvolvimiento espiritual que lo lleve finalmente a la Unión Divina, y por supuesto, del por qué deben formar parte de los pilares del estilo de vida arquetípico del espiritualista ético. En resumen, el ascetismo es una propuesta moral de renuncia a los placeres y apetitos corporales con el fin de purificar o elevar el alma del mundo corporal o sensible al mundo espiritual. Desde un punto de vista más limitado a la esfera moral, los estoicos la entendieron como la abstinencia de las reclamaciones corporales, abstinencia necesaria para el autodomino y la felicidad. El estoicismo es considerado toda una escuela filosófica, sus seguidores identifican el bien con la virtud y la vida feliz con la vida virtuosa y de eliminación de las pasiones (apatía). La ataraxia es una disposición del ánimo propuesta por los mismos estoicos, gracias a la cual alcanzamos el equilibrio emocional mediante la disminución de la intensidad de nuestras pasiones y deseos, y a la fortaleza del alma frente a la adversidad. La apatía es un estado del espíritu también propuesto por los estoicos consistente en la indiferencia emocional ante los avatares de la vida. Significa ausencia de pasiones (pathos=pasión). Para alcanzar la felicidad, debemos ser capaces de sentir indiferencia ante los acontecimientos y ante la pasión que nos genera la superación de tipo material-personal.

En conclusión, dada la importancia de la coherencia entre pensamientos y hechos (es decir, entre valores éticos universales y virtudes) para el practicante del espiritualismo ético, el mismo debe contar con un estilo de vida arquetípico que le permita comprobar dicha coherencia, y dicho paradigma es el modelo de vida ascético, estoico, ataráxico y apático. En términos muy simples, a pesar de desenvolvernos dentro del modelo de una sociedad orientada al trabajo remunerado, al consumo, al desarrollo material y pragmático, debemos ser capaces de encontrar nuestra felicidad y razón de ser dentro de nuestra Vida Interior (V.I.), en donde no requerimos de motivos, ni de condicionamientos con los bienes exteriores, ni del interés propio. Desde donde somos potenciados para ser indiferentes ante los avatares de la vida y ante los bienes materiales y personales. Desde donde somos potenciados para desapasionarnos de todos los condicionamientos externos, desde donde somos potenciados para despreciar nuestro yo inferior y sus apegos con los placeres y los deseos no virtuosos. Desde donde somos potenciados para cumplir a cabalidad con la Ley Eterna de San Agustín de Hipona.

El espiritualismo ético, en su máxima expresión de desarrollo y perfeccionamiento, nos exige ser capaces de vivir en este mundo pero fuera de él, para no ser meros títeres de nuestros impulsos.