En una sesión ordinaria
de los Artesanos de su Yo Espiritual, tuve el honor de leer a mis compañeros de
congregación, la siguiente monografía que preparé con la intención de estimular
el crecimiento espiritual del compañero Roberto, quien en la sesión anterior,
nos brindó un elocuente testimonio acerca de su inicio en la Fe Trascendental.
La siguiente, es mi breve exposición:
La parte egoísta y
calculadora de mi mente está tan acostumbrada a depender de los apegos, que a
veces se aprovecha de mis debilidades para rechazar el gran avance que he dado
en mi lucha por cumplir con la Misión de la Fe Trascendental (trabajar como
Instrumento de Dios y como Exterminador de deseos 16 horas al día 365 días al
año) y provocarme un sentimiento de vacío
debido a que casi no tengo apegos importantes. Es decir, en ese momento de
debilidad, dejo de ser un artesano de su Yo Superior, sufro un retroceso en mi
evolución espiritual y me convierto nuevamente (pero en forma transitoria por
fortuna), en un miembro más del gran rebaño de ovejas domesticadas y su mundo
de ilusión e ignorancia, que sufren o justifican sus vidas por medio de los
deseos. La primera medida de urgencia para retornar a mi posición de artesano,
es hacer conciencia de que Dios mide mi desempeño en el cumplimiento de la
misión segundo tras segundo, y que durante el tiempo que experimento ese vacío,
esa ansiedad o frustración por los deseos, por la necesidad de emociones
fuertes y de motivos materiales-personales cautivantes, estoy perdiéndome la oportunidad de experimentar la autorrealización como ser espiritual, y además estoy decepcionando a
mi Poder Superior y dejando de ganar pequeñas cantidades de méritos que son los
que me permitirán aspirar a la Unión Divina. Y por supuesto que la ley de
causa-efecto es totalmente válida para efectos de dar el salto cualitativo en
lo que concierne a la evolución espiritual, es decir, que a mayor cantidad de
méritos y de autorrealización en lo que concierne a matar el yo inferior, egoísta, calculador y
vanidoso, mayores posibilidades de acceder al Estadio Existencial de Plenitud.
La segunda medida de
urgencia, consiste en reflexionar sobre el carácter tan extremadamente efímero,
iluso y superficial de la existencia de la humanidad, en su calidad de gran
rebaño de ovejas domesticadas cultural, ideológica y religiosamente (con las
pocas excepciones que toda regla tiene por supuesto). Se trata de una
existencia mezquina y mediocre, condicionada a los apegos con los bienes
exteriores -que dada su brevedad en términos de eternidad- no son más que puros
espejismos, es decir, objetos con una apariencia seductora y engañosa para los
sentidos.
Para complementar las
dos anteriores medidas, y para efectos de ser un Exterminador de deseos
eficiente, es necesario tomar en cuenta los siguientes dos fundamentos de
carácter escatológico y ascético:
El primero de estos
fundamentos es el Principio de la Proporcionalidad Cuali-Cuantitativa
Universo-electrón que existe entre Dios y el universo respectivamente. El universo incluye lógicamente el planeta
Tierra. Este principio implica que el universo es virtualmente inexistente o prácticamente
la nada, y por lo tanto, está totalmente sometido a su poder, a su decisión y a
su voluntad. Este principio es una verdad total y absoluta. Como consecuencia
de este principio, la vida de todo ser humano y todos los bienes exteriores que
generan apegos (el deseo de tener A, B, C, D, etc.) son también virtualmente
inexistentes o prácticamente la nada. Todos los bienes materiales/personales
que tienes, son puros espejismos y en consecuencia, no te pertenecen, no son
tuyos, la verdad es que ellos pertenecen a la brevedad, a lo efímero, como tu
vida misma.
Para tener una leve idea
de lo que es la brevedad de nosotros mismos y de las cosas por las que sentimos
tanto entusiasmo, pensemos en lo siguiente: el universo se creó hace 14 mil
millones de años y tiene una extensión de 10 mil millones de años luz (es
decir, habría que viajar a 300 mil kilómetros por segundo durante 10 mil
millones de años para recorrerlo en su totalidad); y la Tierra tiene 4500
millones de años de edad. En contraste, una vida promedio de un hombre en
muchos países ronda los 75-78 años. Entonces,
¿Qué resulta de comparar 14 mil millones de años con los 78 años que
puede vivir un ser humano? ¿Qué resulta de comparar los 10 mil millones de años
luz de extensión que tiene el universo con los 13 mil kilómetros de diámetro
que tiene la Tierra? Lo que resulta, es que el ser humano y el mundo, en
términos de espacialidad y temporalidad, son virtualmente inexistentes o
prácticamente la nada. Ahora bien, ¿Entonces
qué serían los 14 mil millones de años de edad del universo comparados con la
eternidad? Bueno, lo mismo que una vida promedio de 75 años comparada con la
edad del universo: prácticamente la Nada. Y aún mucho más radical: ¿Qué es una
vida de 75 u 80 años versus la eternidad? … Ergo: ¡Qué ridículo tener apegos!
¡Qué absurdos son los deseos! Qué importante empezar a morir en vida en lo relativo a nuestro yo inferior, el yo egoísta, el yo de deseos, el yo calculador,
porque entonces estamos adelantando nuestro nacimiento en el mundo espiritual, en
el mundo de la Unión Divina.
El segundo de estos
fundamentos es el ascético, que tiene que ver con la forma proactiva (y no
reactiva) con la que deberíamos hacerle frente a los males, dolores y sufrimientos
de tipo emocional y sentimental. Los profesionales de la Fe Trascendental
contamos con dos barreras protectoras contra el sufrimiento en general. La
primera barrera, es el principio fundamental de la sabiduría antigua sobre la
relación entre deseos, apegos y sufrimientos. Aplicando dicha barrera, debemos
ser capaces de eliminar o al menos de minimizar muchas situaciones de
sufrimiento. Sin embargo, sería absurdo
pretender que con dicho principio podemos hacernos inmunes a todos los tipos de males, dolores y
sufrimientos de tipo emocional y sentimental. Cuando nuestro primer escudo
protector es vulnerado, debemos activar el segundo escudo –que es un
instrumento esencialmente ascético- y consiste en el agradecimiento de Fe
Trascendental. Literalmente, le brindamos un agradecimiento formal a nuestro
Poder Superior por esa situación de sufrimiento que nos ha correspondido
asimilar, ya que tiene un determinado grado de dolor o de perjuicio que pudo
haber sido exponencialmente mayor (para cualquier evento doloroso o
perjudicial, siempre podremos encontrar en el universo de sufrimientos, otro
evento 5, 10, 20 o 50 veces más doloroso o perjudicial). Además, dicha
situación de sufrimiento pone a prueba nuestro grado de desarrollo
ascético-espiritual y más específicamente, la capacidad de cumplir con las
virtudes cardinales de la templanza, la fortaleza, la prudencia y la
tolerancia, de tal manera que podemos comprobar en el campo de batalla, el
progreso real como artesanos del Yo Superior. Por supuesto que tiene que haber
progreso, y eso lo podemos medir únicamente con pruebas reales y exigentes. Al
dirigir el agradecimiento de Fe Trascendental a nuestro Poder Superior,
estaremos generando un mérito de alto nivel de calidad con el que -antes de la
situación de sufrimiento- no contábamos, de tal manera que lograremos
incrementar nuestro acervo espiritual en forma significativa. Y como
consecuencia de todo este proceso, estaremos siendo capaces de asimilar y
aprovechar un determinado evento
doloroso o perjudicial, con lo cual le estamos dando al sufrimiento una
verdadera y sustancial razón de ser.