ORACIONES DEL CRISTIANISMO MÍSTICO

ORACIONES DEL CRISTIANISMO MÍSTICO

NO SOY YO, ERES TÚ EN MI

Mi alma es casi nada en sí misma
y todo en Dios,
absorta en su Voluntad Esencial.
Yo he muerto para mi  yo personal
en sentimiento, voluntad
e intelecto.
Yo soy un asceta
de tu Voluntad Divina,
de tu Ley Eterna.
Yo debo cumplir con mi deber
de hombre asceta y estoico
de manera apasionada, fiel e incondicional.
Yo he vaciado mi voluntad,
la he despojado
de su nefasta obstinación.
Y el vacío que ha quedado en mi alma
se ha llenado con tu Voluntad Divina,
con tu Ley Eterna.
Yo soy asceta y vivo en estado
de santa indiferencia
ante el mundo de ilusión e ignorancia.
Mi indiferencia es máxima
ante los deleites, los apegos,
las pasiones y los deseos.

Oh mi Poder Superior,
yo he decidido vivir
para “mi espiritual no yo”,
con el fin  de servir de medio
para hacer cumplir tu Voluntad Divina
que es omnisciente, omnipresente
y omnipotente,
trascendente e inmanente.
¿Quién soy yo?
yo soy “el no soy yo”
porque he muerto para el yo.
Yo soy el “espiritual no yo”,
porque mi yo es Dios.
Mi yo no tiene, no quiere,
no desea, no obtiene,
mi yo es un espacio vacío
que se ha llenado
con tu Voluntad Divina.

Mi “espiritual no yo”
ha aniquilado
mi ensimismado yo.
Ser un “yo”
es mantener la mente ocupada
con el despreciable culto
de uno mismo;
Ser un yo
es estar separado de Dios.
Pero morir para el yo
es amar, conocer
y unirme a la trascendente e inmanente
Realidad Divina y Eterna,
es escoger entre mi voluntad personal
y la voluntad de Dios,
es escoger entre ser un antiespiritual egoísta
y ser un asceta/estoico
absorbido por la Voluntad Divina
que es la misma Ley Eterna,
ley que nos manda amar las cosas ordenadamente
conforme su grado de perfeccionamiento espiritual,
y no preferir lo material
a lo espiritual,
ni lo efímero a lo eterno,
ni lo cómodo y placentero
a lo virtuoso.
Y al cumplir en forma tan meritoria
con dicha ley,
me has concedido la invaluable
y milagrosa condición
de pasar a formar parte
de tu mentalismo divino,
eterno, absoluto, increado.

Oh Poder Superior,
Tú me has enseñado
que el conjunto de todos los males,
dolores y sufrimientos
(pasados, presentes y futuros)
de la humanidad,
pertencen a la verdad relativa
del mundo material
(y no a la verdad absoluta
que es tu verdad);
pertenecen al NO-SER
(y no al único SER ABSOLUTO
que eres Tú);
pertenecen al mundo de ilusión e ignorancia
y su naturaleza transitoria, mutable,
fugaz e impermanente
(es decir, el mundo de los bienes exteriores o
bienes materiales-personales);
pertenecen al mundo del yo personal
(es decir, al mundo de los deleites, apegos
pasiones y deseos);
pertenecen al ensimismado yo
(y no al “espiritual no yo” o yo inegoísta).
Por todas las razones anteriores,
y al ser yo un asceta/estoico
comprometido con la Ley Eterna,
tengo que ser capaz
de aceptar o de someterme
a los males, dolores y sufrimientos
en forma dócil, alegre e incondicional,
es decir,
amparado al principio
de la santa indiferencia
o de la mortificación espiritual,

que es el máximo desprendimiento.

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