ORACIONES DEL CRISTIANISMO MÍSTICO

domingo, 14 de octubre de 2012

El Espiritualismo Ético y la dependencia psicológica con los deseos y las emociones


Usted, yo, el, ella y todos los seres  humanos somos por naturaleza,  adictos a los deseos y a las emociones. Cuanto más intensos sean éstos, mayor será nuestro grado de excitación y por lo tanto, de placer y de satisfacción de nuestro yo inferior. Si alguien nos preguntara cual consideramos que es el sentido de la vida, trataríamos de darle una respuesta basada en consideraciones filosóficas o religiosas, pero en el fondo, si nos quitaran la posibilidad de tener deseos y emociones, nos sentiríamos perdidos, con una vida totalmente vacía y sin ninguna razón de ser. Por lo tanto, el sentido de la vida –desde un punto de vista práctico e inmediato o lo que es lo mismo, desde el punto de vista del yo inferior- para el hombre en general, está determinado por los deseos que sea capaz de satisfacer aunque sea a medias y por las emociones que pueda experimentar.  De lo anterior se desprende que el sentido de la vida para todos los mortales (con sus pocas excepciones por supuesto), está condicionado por lo que podamos llegar a TENER  (bienes materiales y personales) y no por lo que podamos llegar a SER (expansión de la conciencia espiritual de nuestro yo superior, cultivo de la vida interior y liberación de apegos con todos los tipos de bienes exteriores ya sean materiales o personales). En el primer caso, tenemos nada menos que la causa de la mediocridad y la mezquindad que históricamente ha caracterizado a la humanidad, y en el segundo caso, tenemos descrito en forma elocuente el desafío que tendría que superar el hombre, para pasar de un mundo muy defectuoso como el actual a uno virtuoso. Para ponerlo en un contraste muy nítido, la cultura hedonista, consumista y presuntuosa, es la que le da la razón de ser a la vida de las personas que se comportan como los pequeños engranajes de la gigantesca máquina que le da impulso a dicha cultura, cuando lo correcto sería que la cultura ascética-ética-espiritual sea la que brinde dicha razón de ser.

San Agustín de Hipona en su obra El Libre Albedrío, en el capítulo VI titulado “La Ley Eterna es moderadora de las leyes humanas”, le explica a su discípulo Evodio que todos llevamos impresa la ley eterna (o sea, que la noción de dicha ley es algo intrínseco a nuestra naturaleza humana) y que ésta “es aquella en virtud de la cual es justo que todas las cosas estén perfectísimamente ordenadas” (un maravilloso y perfecto ORDEN DIVINO).  Lo cual significa que debemos amar todas las cosas del mundo ordenadamente, conforme su grado de perfeccionamiento espiritual, y no preferir lo material a lo espiritual, ni lo efímero a lo eterno, ni lo cómodo y placentero a lo virtuoso. Dado que los deseos y las emociones se asocian en su inmensa mayoría con los apegos materiales y personales (que son efímeros, transitorios, que nos brindan placer y comodidad), podemos afirmar sin temor a exagerar, que bajo el imperio de la ley eterna, la adicción psicológica a los deseos y las emociones es absolutamente antiética e inmoral porque nos impide cumplir con el ORDEN DIVINO de la Ley Eterna y nos resta toda posibilidad de alcanzar el máximo objetivo que es la Unión Divina. La dependencia con los deseos y las emociones para sentirnos entusiasmados y hasta para encontrar en gran medida el sentido de nuestras vidas, nos convierten en cavernícolas o retrógrados espirituales, en auténticos hombres y mujeres primitivos y salvajes porque de acuerdo con el criterio de orden divino de la Ley Eterna, deberíamos depender principalmente de los bienes espirituales y eternos así como de un proyecto de vida comprometido con las virtudes para sentirnos quizás no tanto llenos de entusiasmo y de motivación -que son emociones por lo general condicionadas por los bienes exteriores- sino de un gran bienestar interior anclado en el santuario de nuestra vida interior y que le brinda a nuestras vidas, una auténtica y sólida razón de ser. Pero la triste realidad es que los deseos y las emociones prácticamente omnipresentes en nuestras mentes, nos meten en un estilo de vida totalmente desordenado en relación con dicha ley.

Hay personas que debido a su fama (estrellas del deporte, del cine, del arte, de la música, de los negocios, etc.) han creado una híper dependencia con deseos y emociones de gran calibre, y  aunque externamente luzcan muy seguros y felices, como verdaderos triunfadores, en realidad y al amparo de la Ley Eterna, son verdaderos cavernícolas espirituales en relación con el orden divino de dicha ley. Son personas cuyas vidas se caracterizan por ser superficiales, agitadas y dominadas por la superación material-personal. Si los despojamos de la comodidad y del placer que pueden obtener en grandes cantidades y de sus apegos con bienes que son extremadamente efímeros (en relación con los bienes eternos), se desinflan como globos de aire cuando son pinchados, y no queda nada de ellos, más que un trozo de goma sin forma, sin temple y sin resistencia. Estos personajes son tan superficiales como los mismos deseos y emociones que los alientan en su efímera grandeza. Pero la inmensa mayoría de habitantes del planeta, que no somos famosos ni ricos, también somos unos grandes dependientes de los deseos y las emociones y por consiguiente cavernícolas o retrógrados espirituales, pero a diferencia de los famosos, vivimos en un ambiente más propicio para tener la oportunidad o necesidad de reflexionar acerca de qué es lo más trascendental de la existencia humana, sobre su verdadero sentido, su razón de ser, su propósito, su dimensión divina, sus elementos accesoriales como lo son los bienes exteriores que son efímeros y transitorios, contrario a nuestro espíritu, etc., de tal manera que podamos estudiar y conocer sobre diferentes materias fundamentales tales como el esoterismo, filosofía práctica, ética, meditación, religiones, escatología, y podamos generar en nosotros mismos una revolución de tipo ética-espiritual e iniciar la expansión de nuestra conciencia con todos esos conocimientos, experiencias y reflexiones.

Dicha expansión debería permitirnos iniciar la lucha para romper con esa vergonzosa dependencia psicológica con los deseos, las emociones y con los placeres que nos brindan los bienes exteriores. Dependencia que nos hace ser cavernícolas o retrógrados espirituales, condición que debe causarnos pena y a la vez el entusiasmo para superarla y transformarnos en líderes de nuestra propia revolución espiritual.