En las congregaciones
de los Artesanos de su Yo Superior, tenemos un protocolo para iniciar las sesiones
de estudio, reflexión y terapia grupal. Empezamos invocando la Misión y la
Visión de la Fe Trascendental. Misión:
Trabajar como instrumento de Dios para hacer el bien y como exterminador de
deseos 16 horas al día 365 días al año, lo cual implica trascender nuestra
personalidad a través de una planificación estratégica llamada la
Espiritualidad Ética. Visión:
alcanzar la Unión Divina, es decir, el estadio existencial de plenitud, y
eludir el estadio existencial carencial, en el que las almas experimentarán
diferentes grados de precariedad existencial. El protocolo continúa con la
pronunciación en voz alta y en grupo de la siguiente heráldica: “Si partimos
del hecho de que en una eventual vida eterna no existen las necesidades de
ningún tipo, ni los placeres, ni los apegos con los bienes exteriores (materiales-personales),
ni los motivos ni tampoco los deseos,
entonces pareciera ser lo más lógico y
sensato que en esta vida terrenal tengamos la obligación de practicar un estilo
de vida lo más cercano posible a ese estadio existencial que nos aguarda. Es
más, la práctica de ese estilo de vida es una condición indispensable e
imperativa para tener derecho a la supervivencia espiritual”. Como tercer paso
del protocolo, tenemos que invocar la siguiente norma: “Hay que vivir con una
parte de la mente puesta en el mundo material-sensorial, y con la otra parte en
el mundo espiritual y del no deseo”. Luego de los anteriores pasos, procedemos
con la meditación trascendental llamada “Ejercicio de Higiene Espiritual”. Dicho
ejercicio inicia con un discurso básico que nos sirve de guía para alcanzar posteriormente,
un alto nivel de concentración y devoción a todos los artesanos que aspiramos a ser personas virtuosas en
el dominio de la personalidad egoísta.
El discurso básico es el siguiente:
En este momento me
arranco todos mis deseos, y la gran necesidad que yo tengo de emociones fuertes
y de motivos materiales-personales cautivantes, como principales medios para
sentirme feliz, entusiasmado, motivado, para estar convencido en cuanto a que
la vida tiene una razón de ser sólida; y declaro y decreto mi libertad absoluta
en relación con todos estos elementos superficiales del mundo de ilusión e
ignorancia del gran rebaño de las ovejas domesticadas.
Yo no soy una oveja
domesticada, yo soy un profesional de la Fe Trascendental que trabaja 16 horas
al día 365 días al año cumpliendo con la Misión, y por cada hora de trabajo
recibo una paga: La posibilidad de experimentar una indescriptible y
maravillosa autorrealización de tipo espiritual, y el reconocimiento de
pequeñas cantidades de méritos que son fundamentales para aspirar a la Unión
Divina. De hecho, solamente los supervivencialistas espirituales extremos
podremos utilizar esta vida como medio para aspirar a la Unión Divina.
En este mismo instante
mi alma está libre de agentes tóxicos, de agentes contaminantes, y puedo
experimentar un enorme bienestar que no depende de la posesión de un
determinado bien, que no está condicionado por ningún apego con los bienes
exteriores (materiales-personales), sino que es un bienestar se deriva
directamente de la libertad absoluta que ya mismo estoy disfrutando en relación
con la materia y el deseo. Es un bienestar que no requiere nada de lo que está
más allá de mi yo interior, y que provoca que mi Yo Superior sea muchísimo más
preponderante que mi yo inferior. Es un bienestar absoluto, porque no está
condicionado por ninguna cosa del mundo material y de deseos.
Una vez finalizado este
discurso básico, deberíamos estar en condición de lograr durante algunos minutos,
una experiencia mística fuerte y profunda basada en la libertad absoluta en
relación con la materia y el deseo.
Luego de la meditación
trascendental sustentada en el ejercicio de higiene espiritual, los artesanos
procedemos con las sesiones de estudio, reflexión y terapia grupal.