Una
norma fundamental del espiritualismo ético, es que toda aquella persona que
está convencida de que los valores
éticos universales constituyen la guía suprema para la conducta acertada
del ser humano y para el logro del máximo objetivo -la Unión Divina- entonces
tal convicción debe reflejarla en hechos concretos que demuestren
fehacientemente su coherencia entre lo que piensa y lo que hace. Y dichos
hechos concretos se llaman virtudes.
De la misma manera, el hombre y la mujer espiritualistas éticos deben llevar un
estilo de vida que demuestre esa misma coherencia. Y para que puedan determinar
qué tanto están siendo consecuentes entre pensamientos y hechos, requieren de
una herramienta que les permita medir su
desempeño, como por ejemplo un paradigma de estilo de vida, y para nuestro caso
particular, ese estilo de vida arquetípico es aquel basado en cuatro expresiones muy significativas de
la ética griega: el ascetismo, el estoicismo, la ataraxia y la apatía.
Voy
a presentar en forma breve la síntesis de cada una de estas propuestas éticas
para tratar de demostrar el valor incalculable que tienen en nuestro estilo de
vida arquetípico, aquel que le da sustento al estilo de vida del espiritualismo
ético. Empezaré con el ascetismo o ascética:
Ascetismo, Ascética
Propuesta moral de renuncia a los
placeres y apetitos corporales con el fin de purificar o elevar el alma del
mundo corporal o sensible al mundo espiritual. Encontramos esta propuesta en la
religión órfica, el pitagorismo, Platón y en gran medida en el
cristianismo.
Aunque en el mundo griego antiguo estos
términos se utilizaban para designar los ejercicios físicos preparatorios del
gimnasta anterior a una competición deportiva, pronto se les dio una
significación moral e incluso religiosa. Platón, siguiendo la propuesta
pitagórica y órfica, defiende la ascesis entendida como la liberación del alma
de todas las urgencias y pasiones corporales para así elevarse hasta la
auténtica realidad o mundo de las Ideas. Desde un punto de vista más limitado a
la esfera moral, los estoicos la entendieron como la abstinencia de las
reclamaciones corporales, abstinencia
necesaria para el autodomino y la felicidad. Con el cristianismo, sin
embargo, la ascesis tiene ya una
dimensión más claramente trascendente: es la práctica que culmina en la unión
mística con Dios, para lo que se recomienda la vida virtuosa, la oración, la
meditación y, en muchos casos, la mortificación física.
El ascetismo considera que el hombre está
escindido en dos partes distintas, opuestas, y que mantienen una relación
hostil: el cuerpo y el alma. Considera el alma como lo más propio del hombre,
dado su origen y destino sobrenatural. El cuerpo, sus pasiones, necesidades y
deseos perturban y ensucian el alma, por lo que el alma precisa de una
purificación. Generalmente el ascetismo propone una vida de rigor moral que
busca controlar dichos deseos y pasiones (renuncia a la práctica sexual,
moderación en la comida, dietas y prohibiciones varias en la alimentación,
renuncia a la ostentación de la belleza corporal...). La vida en el mundo del
espíritu se puede completar también con la práctica religiosa y el desarrollo
del conocimiento. Este último punto lo encontramos por ejemplo en Platón, para
el cual la práctica de la filosofía es
una forma de ascesis, de separación del alma del cuerpo.
Estoicismo
Escuela filosófica fundada por Zenón de
Citio hacia el año 300 a. C. Defienden un panteísmo providencialista (mundo
físico animado y divino y encaminado a lo bello y perfecto). Identifican el
bien con la virtud y la vida feliz con la vida virtuosa y de eliminación de las
pasiones (apatía). Se sienten
ciudadanos del mundo (cosmopolitismo).
Consideraron que el objetivo de la
conducta humana es la felicidad, estado que se alcanza con la fidelidad a la
naturaleza y a la razón. Su propuesta ética gira alrededor de la virtud:
desarrollaron una teoría de la virtud y de los deberes con un cierto carácter intelectualista
próxima a Aristóteles. Anticipando el punto de vista kantiano valoraron la
virtud por sí misma, y, a diferencia de Kant, creyeron que es suficiente para
conseguir la felicidad, pues la virtud es un bien por sí misma y su realización
trae consigo la felicidad. En relación con los afectos o pasiones los
consideraron como un movimiento irracional del alma y distinguieron en ellas
los apetitos o deseos, el placer y los sentimientos. En general proponen
eliminar todas las pasiones (apatía) aunque las pasiones elevadas no fueron tan
rechazadas. Concibieron al sabio como el filósofo que gracias al ejercicio de
su razón consigue la autonomía,
libertad de afectos y pasiones y de males externos, y que acepta los avatares
de la vida por formar parte de los designios de dios. Defienden el suicidio
cuando las circunstancias lo exigen: el interés de la patria, enfermedades
incurables. Se sienten hermanos de todos los seres humanos, ciudadanos del
mundo.
Ataraxia
Disposición del ánimo propuesta por los epicúreos,
estoicos y escépticos gracias a la cual alcanzamos el equilibrio emocional
mediante la disminución de la intensidad de nuestras pasiones y deseos, y a la
fortaleza del alma frente a la adversidad. Tranquilidad espiritual, paz
interior.
Esta disposición del espíritu es muy
parecida a la apatía propuesta por
los estoicos e incluso muchos autores no creen necesario distinguirla. Sin
embargo se pueden señalar algunas diferencias. Así, la apatía es más típicamente estoica y la ataraxia se encuentra con
más frecuencia en las propuestas de
los filósofos epicúreos y escépticos. La ataraxia, como la apatía, es el
estado anímico que nos permite alcanzar la felicidad. Se consigue mediante la disciplina del apetito para que éste nos
presente sólo deseos moderados, y tras aprender a aceptar los males y a renunciar a los deseos cuando sean
imposibles de cumplir. El matiz más importante que separa la ataraxia de la
apatía es que la apatía promueve la felicidad como consecuencia de la
eliminación de las pasiones y deseos; por el contrario, la ataraxia lo hace
mediante la creación de la fortaleza espiritual, fortaleza frente al dolor
corporal y las circunstancias adversas. Aunque en el fondo los dos estados
anímicos llevan a las mismas consecuencias: indiferencia o imperturbabilidad ante
todo. Epicuro compara el estado espiritual de la ataraxia con el total reposo
del mar cuando ningún viento mueve su superficie.
Finalmente,
tanto un estado como el otro otorgan al sabio la libertad: libertad frente a
las pasiones, afectos y apetitos, libertad ante la coacción de otras personas,
libertad ante las cosas y circunstancias que se oponen a nuestros proyectos.
Apatía
Estado del espíritu propuesto por los estoicos consistente en la
indiferencia emocional ante los avatares de nuestra existencia. Ausencia de
pasiones.
Etimológicamente esta palabra designa la
ausencia de pasiones (páthos = pasión). Los filósofos estoicos consideraron que
la felicidad sólo podía alcanzarse cuando se consigue una disposición de ánimo
gracias a la cual el sujeto es indiferente emocionalmente ante los sucesos o
acontecimientos que le tocan vivir. Marco
Aurelio expresa gráficamente este punto de vista en sus “Meditaciones”: “Has de
ser como una roca en la que se estrellan todas la olas. Ella está firme y el
oleaje se amansa en su derredor”; “El primero precepto: no te dejes impresionar
por nada”. Cuando los distintos
avatares de nuestra vida no despiertan en nosotros pasión o emoción alguna,
alcanzamos la tranquilidad espiritual y conseguimos la máxima felicidad que nos
cabe esperar. Un eco de esta
frialdad de carácter e indiferencia ante las circunstancias adversas lo
encontramos en frases del tipo “soportar con estoicismo el sufrimiento”,
“tomarse las cosas con filosofía”.
Espero
que la breve exégesis de las cuatro anteriores propuestas éticas o morales, en
realidad le permita comprender al lector la dimensión tan grandiosa y elocuente
que tienen en los fundamentos éticos y espirituales de toda persona que
pretenda desarrollar con éxito un camino de desenvolvimiento espiritual que lo
lleve finalmente a la Unión Divina, y por supuesto, del por qué deben formar
parte de los pilares del estilo de vida arquetípico del espiritualista ético.
En resumen, el ascetismo es una
propuesta moral de renuncia a los placeres y apetitos corporales con el fin de
purificar o elevar el alma del mundo corporal o sensible al mundo espiritual.
Desde un punto de vista más limitado a la esfera moral, los estoicos la
entendieron como la abstinencia de las reclamaciones corporales, abstinencia
necesaria para el autodomino y la felicidad. El estoicismo es considerado toda una escuela filosófica, sus
seguidores identifican el bien con la virtud y la vida feliz con la vida
virtuosa y de eliminación de las pasiones (apatía). La ataraxia es una disposición del ánimo propuesta por los mismos
estoicos, gracias a la cual alcanzamos el equilibrio emocional mediante la
disminución de la intensidad de nuestras pasiones y deseos, y a la fortaleza
del alma frente a la adversidad. La apatía
es un estado del espíritu también propuesto por los estoicos consistente en la
indiferencia emocional ante los avatares de la vida. Significa ausencia de
pasiones (pathos=pasión). Para alcanzar la felicidad, debemos ser capaces de
sentir indiferencia ante los acontecimientos y ante la pasión que nos genera la
superación de tipo material-personal.
En
conclusión, dada la importancia de la coherencia entre pensamientos y hechos
(es decir, entre valores éticos universales y virtudes) para el practicante del
espiritualismo ético, el mismo debe contar con un estilo de vida arquetípico
que le permita comprobar dicha coherencia, y dicho paradigma es el modelo de
vida ascético, estoico, ataráxico y apático. En términos muy simples, a pesar
de desenvolvernos dentro del modelo de una sociedad orientada al trabajo
remunerado, al consumo, al desarrollo material y pragmático, debemos ser
capaces de encontrar nuestra felicidad y razón de ser dentro de nuestra Vida
Interior (V.I.), en donde no requerimos de motivos, ni de condicionamientos con
los bienes exteriores, ni del interés propio. Desde donde somos potenciados
para ser indiferentes ante los avatares de la vida y ante los bienes materiales
y personales. Desde donde somos potenciados para desapasionarnos de todos los
condicionamientos externos, desde donde somos potenciados para despreciar
nuestro yo inferior y sus apegos con los placeres y los deseos no virtuosos.
Desde donde somos potenciados para cumplir a cabalidad con la Ley Eterna de San
Agustín de Hipona.
El
espiritualismo ético, en su máxima expresión de desarrollo y perfeccionamiento,
nos exige ser capaces de vivir en este
mundo pero fuera de él, para no ser meros títeres de nuestros impulsos.